Estampas invernales de la Sierra de Gata
La imponente mole del monte Jálama vestida con traje invernal
El castillo de Trevejo visto desde Villamiel
La Rivera de Gata en las cercanías de Villasbuenas
Camino del Puerto de Santa Clara bajo la niebla
En alguna ocasión ya he escrito sobre el invierno en la Sierra de Gata. Todo sosiego, quietud, el tiempo parece haberse detenido. El paisaje dormita, silencioso. No hay casi visitantes, la vida en los pueblos transcurre lenta, contagiada por una naturaleza que se ha vuelto perezosa, indolente.
Nieva poco durante el invierno en la Sierra de Gata, pero no hace falta. Estas montañas son bonitas sin necesidad de vestirse de blanco. El viento ulula en los pinares, mientras que castaños y robles han decidido hacerse los muertos y convertirse en fantasmas. Los animales pasan más desapercibidos que nunca y en los pueblos el olor a lumbre lo impregna todo.
El invierno es una época especial. Algo triste, es verdad, pero también atractiva para los que ansiamos tranquilidad. Invita a tomarse las cosas con calma, levantarse tarde, pasear sin prisas, leer aprovechando las últimas luces de la tarde al calor del brasero, sentarse a conversar con el vecino junto a una estufa de leña, en la que crepitan pequeños troncos y brasas. En definitiva, vivir despacio.
Hoyos visto desde el Mirador de los Muros
El Arroyo Pasil cruza un denso robledal
en las cercanías de Acebo
El sol de invierno apenas calienta el camino de Trevejo a Cilleros
Un arroyo zigzaguea entre castaños en las cercanías de San Martín de Trevejo
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