CAMINO ENTRE VILLAMIEL Y TREVEJO EN UN DÍA DE OTOÑO
Paisaje otoñal visto desde el camino de Villamiel a Trevejo
Villamiel visto justo antes de comenzar el camino
Hace muchos años que mis pies enfermos y cansados me obligan a pasear despacio, lento, sintiendo cada pisada. Desde hace menos tiempo he tenido, incluso, que recortar distancias y tiempos, mis metatarsos no dan para más y gritan cuando los someto a un trabajo que ya no pueden afrontar con dignidad. Me he adaptado, ando lo que puedo y como puedo, busco caminos cortos o me conformo con pequeños tramos, no pretendo coronar cúspides y alcanzar metas, me basta con andar entre bosques sin prisa, descansando mucho y mirando más.
El camino que suelo hacer cuando me acerco todos los años a disfrutar el otoño en las cercanías de Villamiel no es muy largo, adaptado a mis limitaciones. Sin embargo, pocos recorridos te permiten disfrutar del otoño sierragatino tanto como este corto trayecto de menos de dos horas: vas por el viejo camino empedrado de Villamiel a Trevejo, y vuelves por un estrecho sendero que conecta con la carretera, que transitas pisando asfalto hasta volver a Villamiel. El último tramo por carretera hay que hacerlo, es bellísimo y las vistas son espectaculares.
El castillo de Trevejo visto desde los inicios del camino
Bajando por el camino empedrado hacia el arroyo Lagares
Un roble arropa el camino
Vistas desde el camino
Este camino lo tiene todo, bosque caducifolio a raudales, tramos empedrados y antiguos muros que disfrutamos los enamorados de las viejas piedras, arquitectura tradicional, un castillo, montañas cubiertas de floresta, valles recorridos por arroyos cantarines, prados vestidos de verde intenso, y, sobre todo, un traje otoñal de una policromía que casi satura la vista.
Mis pies cansados pisan la hojarasca mientras mis manos se deslizan por el rugoso tronco de robles y castaños, mis pupilas se dilatan como nunca, mirando hacia un lado y hacia otro, parezco un niño al que han dejado explorar los largos pasillos de un almacén de juguetes.
Con algunos árboles del recorrido tengo una relación especial, los robles que se alinean siguiendo un precioso muro de piedra a la entrada de Villamiel, los viejos castaños junto al camino cerca de Trevejo o el joven roble que he visto crecer desde muy pequeño en la entrada de esa aldea encantada.
Camino cubierto de hojarasca cerca de Trevejo
Subiendo hacia Trevejo
Ermita en las afueras de Trevejo
Joven roble y la Sierra de Santa Olalla al fondo
Entrando en Trevejo
El otoño sierragatino tiene en el paisaje que rodea Villamiel y su aldea de Trevejo uno de sus mejores ejemplo, que no tiene nada que envidiar al resto de mis paisajes otoñales preferidos: El Castañar de Ojesto de San Martín de Trevejo, el Camino de los Castaños en Lameros (Hoyos), los alrededores del alto Árrago en Robledillo de Gata y, por supuesto, los bosques que rodean la cuenca alta de la Rivera de Gata, recorridos por el Camino del Concejo que parte del pueblo de Gata. Elegid el que queráis o hacedlos todos, pero tened cuidado, tanta belleza puede producir estrés y desasosiego si no se gestiona bien y en dosis adecuadas.
Villamiel y su entorno visto desde Trevejo
Volviendo hacia Villamiel
Andando por la carretera de vuelta a Villamiel
Vistas desde la carretera hacia Villamiel
El castillo de Trevejo visto entre castaños
Entrando en Villamiel, robles junto a un preciso muro de piedra
Ruta que siempre sigo entre Villamiel y Trevejo

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