Ruta a la ermita de Santo Tomé (Robledillo)

Curva en el sendero en la ruta hacia la ermita de Santo Tomé

Vista del valle del Árrago desde la senda hacia la ermita

Si en un lugar sientes que estás entre montañas en la Sierra de Gata, rodeado de un paisaje fragoso y frondoso, es en la cuenca alta del río Árrago, en las cercanías de su nacimiento. En ese primer tramo de vida, el río discurre a lo largo de un cerrado valle que solo se abre a partir de la localidad de Robledillo. Hasta entonces el Árrago va encajonado literalmente, generándose un microclima determinado por su frescor incluso en los días calurosos del verano. La humedad permite la existencia de un apabullante bosque de ribera y, conforme nos alejamos del río, de un precioso bosque mixto que cubre ambas laderas del valle, una más umbrosa cubierta de pinos, castaños y robles, y otra algo más soleada alfombrada por un verdor en el que predomina la encina y el alcornoque pero en la que también disfrutamos de la sombra de castaños y pinos.


Robledillo y el alto valle del Árrago 

Comienzo del camino entre huertos y junto al río

Al principio el ascenso es tranquilo y paralelo al río, rodeados de un
paisaje muy frondoso

Este paisaje lo podemos recorrer por dos caminos: por la ladera derecha (vista desde Robledillo) y desde el mirador de La Lagartera podemos ascender por una antigua calzada romana que cómodamente nos permite llegar hasta el Puerto Viejo, mientras que por la ladera izquierda lo haríamos a través de un sugerente sendero que hace las delicias de los que amamos los pequeños caminos de montaña que antaño sirvieron sólo a hombres y bestias, tan estrechos que parecen mimetizarse en el paisaje y es imposible entreverlos desde la distancia. 

Esta vereda parte de la piscina natural de Robledillo y llega, ascendiendo siempre, hasta las ruinas de la humilde ermita de Santo Tomé, de la que solo quedan como testimonio algunas paredes de pizarra derruidas. Hasta la ermita es un corto paseo (no más de 45 minutos) en el que disfrutamos de unas vistas alucinantes. Este camino es uno de mis preferidos, suelo llegar a la ermita y luego continuar unos minutos hasta llegar a un pequeño regato siempre con agua donde disfruto de un rato de tranquilidad y descanso mientras me como unas avellanas y no hago nada, solo dejarme llevar por los sonidos del bosque, el frescor del ambiente, el ruido del agua del pequeño arroyo y la sensación de estar en medio de un paraíso. Si al caminante el paseo le sabe a poco lo tiene fácil, solo tiene que continuar el sendero y llegará a cruzarse con el río Árrago justo antes de conectar con la citada calzada romana que nos lleva al Puerto Viejo. Cuando alcance el río poco después de su nacimiento el caminante no lo dudará, descansará junto al agua para disfrutar de un lugar inigualable, rodeado de helechos, encinas cubiertas de musgo y de una maraña de alisos y álamos.


Un rico bosque mixto nos acompaña todo el trayecto

Disfrutamos de bellísimas vistas a lo largo del recorrido

Encontramos un joven alcornocal a medio camino

Vamos ascendiendo y alejándonos del curso del río Árrago

De la ermita de Santo Tomé apenas quedan unos rudimentarios muros semiderruidos

Cerca de la ermita hay un fresco rincón junto a un pequeño arroyo

Si prolongamos la ruta alcanzamos otra vez el río,
esta vez ya muy cerca del nacimiento

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